domingo, 22 de diciembre de 2013

Pikku Poro, el pequeño reno


Pikku-poro significa “pequeño reno” en finlandés.

El reno de Paula, la hija de Rosa


Pikku-poro era un reno pequeñito, pequeñito. Había nacido en primavera y su mami lo llevaba a comer hierba fresca a los mejores prados.
Cuando cayeron las primeras nieves, Mamá reno le contó que su abuelo Glous había tirado del trineo de Papá Noel para repartir los regalos en navidad a todos los niños.
—¡Yo también quiero ser un reno del trineo de Papá Noel! —exclamó Pikku-poro entusiasmado.
—Para eso debes comer mucha hierba durante varios inviernos para crecer y hacerte fuerte. Solo los mejores renos son elegidos por Papá Noel para volar con él.

Pero Pikku-poro no podía esperar, él quería ir ya, esa misma navidad, en el trineo de ese viejo barbudo vestido de rojo. Los renos mayores no dejaban de cuchichear entre ellos que pronto se celebrarían las pruebas en las que Papá Noel elegía cada año a los mejores para su trineo. Pikku-poro decidió presentarse él también, pero no se lo dijo a nadie.

Claro que viendo a todos aquellos renos, diez veces más grandes que él,  pensó que no lo conseguiría, tan pequeñito y delgaducho. Todos aquellos renos eran capaces de tirar de grandes trineos y de correr sin cansarse durante horas y horas.

Como estaba empeñado en ayudar a Papá Noel, no perdió la esperanza. Recordó que su padre decía eso de: “más vale maña que fuerza”. Quizá habría algo que él pudiera hacer que los renos grandes no supieran. Algo con lo que Papá Noel se fijaría en él.

Comenzó a pensar cuáles eran sus habilidades.
Podía cantar bastante bien.
Podía dar saltos y volteretas en el aire.
Pero eso estaba bien para un circo.
Podía entrar en las casas que tienen chimeneas muy pequeñas.
Claro, que para eso ya estaban los duendes y las hadas.

¡Si tuviera una nariz colorada y luminosa, como el gran Rudolf, el que guía el trineo de Papá Noel! 
¿Por qué su padre y su madre no le habían hecho con una nariz brillante? ¿Por qué? ¿Por qué?

Pensando y dándole vueltas a todo esto se había acercado a las casas del pueblo cercano. En el jardín de una de ellas había un árbol de navidad iluminado con luces de colores. Entonces se le ocurrió una idea: ¡Había que iluminar el trineo de Papá Noel con lucecitas! Eso le gustaría a Papá Noel, seguro. ¿Pero cómo? ¡Él ni siquiera tenía cuernos donde colgar las luces…!

Miró las ramas de los árboles desnudos y se dijo ¿por qué no…?
Con la rama de un árbol se hizo unos cuernos, que ató a su cabeza con una cuerda.
Tomó una ristra de luces del árbol de navidad y decoró con ellas sus nuevos cuernos.
Y aquel reno de cuernos artificiales adornados con luces, se dirigió trotando feliz a la explanada donde Papá Noel elegía los renos para su trineo.





* * *

Desde una pequeña aldea de Laponia le llegó a Papá Noel una carta de un niño que decía así:

Querido Papá Noel
Este año no voy a pedirte ningún juguete. Lo que quiero es un reno de tu trineo. Me gustaría volar con él y repartir juguetes a los niños.
Un abrazo,

                  Jouni

Papá Noel suspiró. Aquello era imposible, solo él podía repartir regalos, la magia era así. Cogió un reno de peluche y lo metió en el trineo con los otros regalos, aunque sabía que eso no era lo que Jouni esperaba.
Y con cierto pesar en el corazón, se dirigió a la explanada donde se reunían los renos. Aquella noche debía elegir a los mejores, los que formarían parte de su trineo.


Dibujo de Candela, la hija de Juanlu


* * *

Los renos golpeaban sus cuernos midiendo sus fuerzas. Papá Noel los observaba. Luego comenzaron las pruebas de tiro. Debían arrastrar un trineo cargado de piedras pesadas, pesadísimas. Muchos de ellos podían hacerlo y él debía elegir a los mejores.
¿Pero quién era mejor que otro?
¿El más fuerte?
¿El más hermoso?
¿El que corriendo parece que vuela?

Mientras estaba en esas cavilaciones, llegó Pikku-poro, con esos cuernos en los que se apagaban y encendían luces rojas, verdes, azules y amarillas, iluminando toda la explanada.
Papá Noel lo contempló entre extrañado y divertido. Papá reno, que participaba también en las pruebas, lo contemplaba sorprendido por su atrevimiento.

El pequeño reno se presentó:
—Buenas noches, Papá Noel. Soy Pikku-poro, nieto del gran Glous, que tiró de tu trineo hace muchos años. Yo también quiero formar parte de tu trineo este año y hacer felices a todos los niños.
—Como bien dice tu nombre, Pikku-poro, eres demasiado pequeño para tirar de un trineo. Espera a crecer y entonces te daré oportunidad de formar parte de mi equipo.
—Puedo hacer algo diferente para llevar la alegría a los niños. Mis cuernos iluminarán tu trineo —dijo moviendo los cuernos de ramas secas con sus luces brillantes.

Papá Noel sonrió. No solo eso, también se echó una enorme carcajada, de esas de papa Noel: ¡Jou, jou, jou…! Hacía mucho que no se reía tan a gusto.
— Pikku-poro, no necesito llevar un árbol de navidad en el trineo…
—Si no te gustan las luces, sé cantar bastante bien —insistió Pikku-poro y se puso a cantar:
—¡Navidad, navidad, dulce navidad…!

Papá Noel se reía, encantado por el empeño de aquel jovenzuelo.
Pikku-poro añadió muy nervioso:
—Y también puedo entrar en chimeneas pequeñas por las que tú no quepas. Y también…
—Desde luego, puedes hacer cosas que los grandes no pueden ni soñar hacer. Pero eres demasiado joven —insistió Papá Noel—, debes quedarte con tus padres. Es un viaje peligroso.
—¿Peligroso, yendo contigo? ¡Tu magia me protegerá! ¡Y repartiré regalos a todos los niños!

Aquel Pikku-poro enternecía el corazón de papá Noel. Le recordó al joven Jouni, que también quería ser como él, como Papá Noel. Ambos harían una buena pareja. Volvió a suspirar. Era la segunda vez que lo hacía aquella noche. A veces, los niños y los pequeños renos tenían unos deseos maravillosos que eran difíciles de cumplir.

—Pikku-poro, este año tu padre formará parte del tiro de mi trineo —dijo Papá Noel. Y cuando crezcas, tú también lo harás, te lo prometo. Porque tienes el espíritu auténtico de los renos de mi trineo: tú quieres repartir felicidad a los niños.

Pikku-poro volvió a casa triste y cabizbajo. Papá reno lo acompañaba. Estaba orgulloso de su hijo y trató de animarlo:
—Pikku-poro, Papá Noel siempre cumple su palabra: tú también serás un reno de papá Noel, pero debes esperar.
Pero Pikku-poro no quería esperar.
* * *

En nochebuena, Papá reno se vistió con un nuevo fajín rojo del que colgaban los cascabeles del abuelo Glous. Estaba guapísimo. Cuando Papá reno corría, los casacabeles del abuelo sonaban con la melodía de un villancico. Pikku poro lo miraba enfurruñado, dijo a Mamá reno que tenía sueño y que se iba a dormir.
Por la noche, Papá reno se despidió de Mamá reno con un beso antes de partir.

Pero Pikku-poro no se había ido a dormir. Era muy cabezota: si se había propuesto ir con Papá Noel, iría con él esa misma noche.
Se había marchado antes que su padre a la casa de Papá Noel. Encontró el trineo preparado en la puerta, cargado de juguetes y regalos. Era temprano todavía y nadie andaba por allí. Sin que nadie le viera, Pikku-poro sacó unos cuantos regalos del trineo, se metió en el hueco que había hecho y cubrió su cuerpo de nuevo con los paquetes. Ya estaba preparado para ir con Papá Noel.

Justo a tiempo, porque enseguida fueron llegando los renos. El primero que llegó fue su padre. Pikku-poro lo reconoció sin verlo, porque oyó los cascabeles del abuelo Glous. Aquel villancico en el tintineo de los cascabeles era inconfundible.

Los duendes engancharon a los animales al trineo, Papá Noel, se montó detrás para dirigirlo. Los renos empezaron a correr y salieron volando por el cielo en la noche estrellada del Polo Norte.
Al cabo de un rato, Pikku-poro empezó a sentirse muy agobiado ahí debajo, aplastado por tanto paquete. Además, el pelo de un peluche de reno se le metía en la nariz, haciéndole cosquillas. Sin poder aguantar más, estornudó: ¡Aaa-chís! ¡achís! ¡achís! Papá Noel tenía muy buen oído y enseguida lo oyó.
—¿Qué es eso? —se preguntó.
No recordaba que entre los juguetes hubiera muñecas que estornudaran. Intrigado, detuvo un instante el trineo y a los renos en el aire, como estatuas congeladas. Empezó a levantar paquetes y juguetes, hasta que encontró a Pikku-poro.
—¿Pero qué haces tú aquí? —preguntó bastante irritado.
—No te enfades conmigo, Papá Noel —dijo con una vocecilla temerosa Pikku-poro—, yo solo quiero ayudarte esta noche.
Papá Noel volvió a suspirar. Se preguntaba: “¿Y ahora qué hago yo con este pequeño incordio?”.

Pero entonces se acordó de nuevo de Jouni y su deseo de tener un reno para repartir regalos y se le ocurrió una idea para hacer realidad los sueños del niño y del pequeño reno.
—Está bien, Pikku-poro. ¿Sabes cuál es el primer paso para hacer felices a todos los niños?
—No —contestó Pikku-poro.
—El primer paso es hacer feliz a un solo niño. Depués de uno, harás felices a muchos más. Vas a tirar de un trineo, de un pequeño trineo a tu medida.

* * *
En casa del pequeño Jouni, Papá Noel dejó un disfraz de Papá Noel. Allí también dejó a Pikku-poro. Le puso un bonito lazo rojo en el cuello y le dijo:
—Pikku-poro, este niño desea ser Papá Noel y tú vas a ser el reno de su trineo. Llevarás a Jouni por el pueblo a repartir entre los niños este saco lleno de chuches.
Pikku-poro no podía estar más contento. ¡Iba a ser reno de Papá Noel, y tiraría de un trineo, él solo!

Papá reno se despidió de Pikku-poro:
—Sé que lo harás muy bien, porque tienes dentro de ti el espíritu de la navidad.
—Sí, papá.
—Quiero que lleves esto —añadió Papá reno arrancando de su faja roja un cascabel—. Tú también mereces un cascabel del abuelo— dijo y se lo colgó en la cinta roja de su cuello.

Por la mañana, Jouni encontró también esta carta junto a Pikku-poro:

Querido Jouni:
Entrena muy bien a Pikku-poro durante el día de Navidad, que corra a todas las casas de tu pueblo repartiendo todas las chuches de este saco. Porque si lo hace bien, cuando sea mayor, volará conmigo en Nochebuena a llevar la alegría a muchos niños como tú.

Un abrazo,
                        Papá Noel



Jouni casi no podía creerlo: ¡iba a ser Papá Noel el día de Navidad!


 Pikku-poro y Jouni pasaron la mañana de Navidad en el trineo y llevaron a todos los niños del pueblo montones de caramelos, chocolates y chucherías. Y la felicidad de los amigos de Juoni, llenó el corazón de Pikku-poro.

4 comentarios:

  1. Bendita imaginación que ayuda a soñar¡¡

    Besos muchos ♥♥

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  2. Cuando hay ilusión y alegría cualquier cosa puede ser posible... Hasta ser papá Noel!!!

    FELIZ NAVIDAD :)

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    1. Nieves, disfruta de todas las cosas con ilusión, ese es el secreto

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