Por las noches, mamá le contaba a Marta el cuento de los unicornios. Los
unicornios vivían en un bosque mágico y cabalgaban por las noches con su cuerno
brillante iluminando su camino. Eran de colores luminosos y suaves, parecían estar
pintados con rayos de luna. Lo que más deseaba Marta era tener un unicornio y
cabalgar rápido, muy rápido, hacia el corazón de la noche.
El día en que cumplió siete años, la tía Ada le regaló un caballito
balancín. Marta frunció el ceño y torció el morro, y para terminar de mostrar claramente
su disgusto exclamó:
—¡Pero tía Ada, si lo que yo quiero es un unicornio!
—¿Un unicornio? Pero eso es un caballo mágico —replicó la tía Ada. Luego
se quedó un momento pensativa y añadió: —Veremos qué podemos hacer… —y con esas
palabras dejó en el aire la posibilidad de conseguir de alguna manera el
unicornio soñado. La tía Ada era un hada sin hache, así que un poco de magia se
escondía en sus ojos negros.
Después de que la familia cantó el cumpleaños feliz y Marta sopló todas
las velas de la tarta, la tía Ada comenzó la transformación del caballito. Tomó
las siete velas y, derritiendo cera de una a otra, las pegó hasta formar un bastón
delgado y larguirucho. Derritió otro poco de cera en la frente del caballito y
pegó el bastón de velas sobre él.
Por último, encendió la vela de arriba y las velitas azules, rojas,
verdes, lanzaron destellos por la habitación de Marta.
—Casi parece un unicornio de verdad —exclamó Marta feliz sobre su caballo.
Fue entonces cuando la tía Ada le dijo:
—No creas que he terminado, ahora nos falta la mano de la luna.
—¿La mano de la luna? —preguntó intrigada la niña.
—Sí, los caballos tocados por rayos de luna llena, se convierten en
unicornios.
Marta se asomó corriendo al balcón.
—Pero hoy no hay luna llena…
La tía Ada acercó el caballito balancín al balcón mientras le decía:
—Está en creciente, y dentro de siete noches será luna llena. Cada noche
debes encender una vela y cabalgar en tu caballo a la luz de la luna, hasta que
se consuma su cera. La noche siguiente, enciendes otra vela y así una tras otra,
hasta la séptima noche. Cuando la última vela se consuma, un rayo de luna llena
tocará la frente del caballito y se convertirá en unicornio.
Marta miró primero el cuerno de su caballito, iluminado por la vela,
luego miró los ojos negros de tía Ada y por último, alzó su vista hacia la
luna. Cabalgó sobre su caballo balancín y se quedó dormida, musitando a la luna
su deseo de convertir aquel caballito en un unicornio.
* *
*
Cada noche, mamá encendía una vela.
Cada noche, el cuerno postizo del caballo balancín se iluminaba con la llama
de esa vela.
Cada noche, un rayo de luna tocaba el cuerno de su caballo.
Cada noche, Marta, balanceándose y balanceándose, adelante-atrás,
atrás-adelante, se dormía antes de que la vela se apagara. Después, mamá la
llevaba a su cama y la arropaba. Entonces empezaban los sueños.
* *
*
La primera noche, Marta soñó que la luna llovía sonrisas de media luna. Y
cuando caían hacia Marta y el caballito, se abrían en ellas los ojos negros de
tía Ada, que sonreían más que la luna.
La segunda noche, soñó que el caballo hablaba: “Luna, quiero ser un
unicornio”. Y la luna engordó su sonrisa y le contestó: “Ten paciencia y lo
conseguirás”.
La tercera noche soñó que el caballo cabalgaba tan rápido que se escapaba
del balancín y la llevaba trotando por un bosque. La luna los seguía, saltando
como un duendecillo loco sobre los árboles. Y la luna era ya un poco más gorda,
más gorda.
La cuarta noche soñó que el caballo y ella volaban hasta la luna. La luna
les acunó en su balancín mientras cantaba: “Tened paciencia, es pronto
todavía”. La luna se iba ya redondeando, redondeando.
La quinta noche soñó que las nubes querían esconder la luna. Pero Marta
sopló muy fuerte, y el caballo relinchó y resopló y una luna más gordita
apareció. Dijo la luna: “Aquí estoy, ya faltan solo dos noches”.
La sexta noche soñó que el pequeño cuerno postizo del caballo brillaba con una luz azul, luego
rosada, luego verde. Las luces de colores les rodeaban. Y la luna, que le
faltaba solo un cachito para estar completamente llena, le dijo al caballito:
“Ya casi estás preparado”
La séptima noche, Marta no se quedó dormida. Estaba muy despierta cuando
la última vela se apagó. En ese momento, Marta miró a la luna, gorda y redonda como
una pelota y la vio acercarse a ellos, tuvo que cerrar los ojos de tanta luz.
Cuando los abrió, un rayo de luna acariciaba el pegotón de cera derretida
sobre la frente del caballo.
Vio cómo crecía ese montón de cera. Y la cera se convirtió en un cuerno plateado
por la luna.
Escuchó el relincho contento de su caballo: ¡Jiiiiiiijiiii…!
Y cuando se inclinó hacia delante para balancearse con más fuerza, el
caballo y Marta salieron volando. La luna les dijo: “Hoy es la noche de los
unicornios hijos de la luna. Aprovechadla bien porque esta noche es única.
Mañana volverás a ser un caballito”.
Toda aquella noche la pasaron Marta y el unicornio cabalgando por los
bosques iluminados por la luna. El cuerno del unicornio brillaba con muchos
colores. También volaron entre las estrellas y la luna. Por último,
descendieron con el astro blanco a bañarse en los lagos de las montañas.
* *
*
Cuando el domingo llegó la tía Ada a casa, vio a Marta tan contenta que le
preguntó:
—¿Y el unicornio?
Marta llevó a su tía de la mano a su habitación. Allí estaba su caballo
balancín con el pegotón de cera derretido sobre su frente. Marta le explicó
entonces a la tía Ada:
—Los unicornios de la luna solo duran una noche, tía. Pero fue una noche
tan hermosa que no la olvidaremos nunca.
* * *
Para mi hermana Ada
Es un cuento precioso, lleno de magia.
ResponderEliminarPuri, Juanlu:
Abrazos.
Hacía tiempo que no leía -y sentía- un cuento tan emotivo y bien construido. Cuando he visto la dedicatoria he podido intuir por qué.
ResponderEliminarLas ilustraciones, magníficamente ajustadas y sugerentes.
ResponderEliminarPrecioso!
ResponderEliminarLos contenidos disfrazados de simbolismos tienen el final que no es tal, pues la vida sigue y deja a la chica colgada de un recuerdo, aunque hermoso.
ResponderEliminarLuego algo similar nos ocurre a todos al recorder momentos sublimes que ya se fueron,que se vivieron una sola vez.
Gracias a todos por comentar.
ResponderEliminarCarlos, es estupendo apreciar y recordar esos momentos que solo ocurren una vez en la vida.
Abrazos
El cuento es genial y la ilustraciòn me ha gustado mucho.
ResponderEliminarun abrazo
fus
GRACIAS hermanita, me ha gustado mucho. Las ilustraciones también.
ResponderEliminarMe gusta todo lo que escribes y reflejas muy bien todos los sentimientos, sigue escribiendo para que podamos disfrutar siempre de tus relatos.
Besosss!!!
Y vosotras, Ada y Cris, que los leáis siempre. Besazos
EliminarUn cuento realmente bonito, de esos que te hacen volver a sentir la magia pura de la vida.
ResponderEliminarFelicidades por el buen equipo que formáis.
Besos
Precioso cuento. ¡Qué buena pareja hacéis!
ResponderEliminarFelicidades.
Abrazos
Ya mi hija se kedo dormida con Este hermoso cuento
ResponderEliminarJuan, me alegro de que tu hija se durmiera feliz. Un abrazo
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