sábado, 25 de enero de 2014

Mi hamster bailante




Mis padres me compraron un hamster.
Una vez puse música en el ordenador, me fui a la cocina y cuando volví ya no estaba, se había escapado. Fui al ordenador, y ¡mi hamster estaba bailando! Y les dije a mis padres que se fueran a verlo. Dijeron:
—¡Baila super bien! ¡Pon otra música!
Y el hamster cambió de estilo.
De premio, le dimos el doble de comida.

¡Y al final bailamos todos!

Cuento y dibujo de Anna Larrosa Camps (9 años), hija de Susana Camps.

sábado, 18 de enero de 2014

Las aves del paraíso





Mamá le regaló a papá una planta con un par de flores muy hermosas.
—Se llaman aves del paraíso —nos dijo mamá—, porque como veis, sus flores parecen un ave con su pico y con unas plumas que coronan su cabeza.
Yo me quedé asombrado, porque realmente las flores eran igualitas a dos pájaros con el cuello muy largo. Me parecía que en cualquier momento, echarían a volar, con esas hojas verdes que eran como alas.
Papá leyó que la planta debía estar en un lugar soleado y la colocó junto a la ventana.
A mí me gustaba mirar aquellas aves tan preciosas todos los días.
—¡Eh, tú! ¿Qué miras?
Me pareció que era una flor la que había hablado.
—No seas maleducado, ¿no ves que el niño está admirando mi belleza? —dijo la otra flor
Yo asentí con la cabeza, boquiabierto.
La primera flor que había hablado replicó:
—Perdona, pero está admirándome a mí.
—Sois muy bellas las dos —les dije, porque era verdad, y porque no quería que se enfadaran.
—Eso es ser diplomático, muchacho —dijo la segunda flor—. ¡No como tú, maleducado, que pareces un gamusino!
—¿Gamusino yo?
—Las dos sois prácticamente idénticas —les dije para apaciguarlas.
—¿Idéntica a esta? —dijo la primera y ayudada por el viento picoteó en la cabeza a su compañera.
—¿Y yo, como este gamusino? —se volvió la otra, dispuesta a atacar.
Las separé, no paraban de pelear…
—Sois aves del paraíso —les dije— y deberíais hacer honor a vuestro nombre, con un poco más de elegancia y buen estar —les reprendí.
—En realidad somos un ave del paraíso con dos cabezas, muchacho. Compartimos las mismas hojas y no podemos separarnos.
—¡Sí, sieeeeempre juntas! —lamentó la otra flor, poniendo los ojos en blanco.
—Como somos aves, podríamos ser tus mascotas.
—Las mascotas deben tener un nombre, ¿no?
Tenían razón, debía buscar un buen nombre para ellas. Pensé un poco…
—Como sois Aves del Paraíso, os llamaré Adán y Eva.
—Yo quiero ser Eva.
—No, Eva seré yo…
—¡Basta, lo echaremos a suertes! –exclamé, harto de tanta discusión. Y a la de la izquierda le puse Adán y a la otra, Eva.

* * *

Al día siguiente, Eva se quejó de que hacía mucho calor.
Iba a alejarlas un poco de la ventana, cuando Adán protestó:
—Pero a mí me encanta tomar el sol… ¡Se está tan calentito!
Decidí echar la cortina y las dos parecieron estar a gusto así. Después, Adán dijo que tenía sed.
La tierra estaba bastante seca, así que traje la regadera. Cuando les eché agua fue Eva la que protestó:
—¡Basta, basta, el agua está muy fría!
Me puse muy serio:
—¡Necesitáis agua y sol para vivir! Así que seguiréis aquí junto a la ventana y os regaré todos los días.
No era fácil cuidar una planta tan complicada, con dos cabezas parlantes.
Por fin oí a Eva decir muy bajito:
—La verdad es que esta agua está muy rica y fresquita sienta muy bien.
—¡Buf! da gusto cuando las dos estáis de acuerdo. ¿No habéis pensado que para vivir juntas tenéis que tratar de llegar a acuerdos?
—¡Brrr! —exclamó Eva.
—¡Pfff! —le contestó Adán.
Y las cabezas de Adán y Eva se dieron la espalda, mirando una al este y la otra al oeste. 






* * *

Pero a pesar de todo el trabajo que me daban aquellas flores y de sus eternas discusiones, era maravilloso verlas con esos colores tan preciosos. Seguía mirándolas embobado. Otra vez Adán volvió a decirme:
—¿Por qué nos miras así?
—Creo que un día saldréis volando por esa ventana. Solo tenéis que mover las hojas, y volaréis.
—¿Tú crees?
—Sí. ¿No os gustaría volver al Paraíso?
—¿Y qué es eso del Paraíso?
—Era el jardín más hermoso del mundo. Donde vivían todos los animales y las plantas en paz y armonía. De allí vinieron Adán y Eva. De allí salió esta planta con vuestras dos cabezas.
Adán y Eva se miraron.
—Pero tenemos que aletear muy fuerte, para despegar de esta maceta y volar —dijo Eva.
—¿Y como encontraremos el camino al Paraíso? —dijo Adán.
—Si aleteáis juntas y sin discutir, lo encontraréis.
—¿Y si lo intentamos? —dijeron al unísono, entusiasmadas. Deseaban ser libres, escapar de esa maceta.
Ellas empezaron a mover las hojas. Parecían alas de verdad. Yo abrí la ventana.
Aquel pájaro con dos cabezas salió volando por la ventana.
Y volaron, volaron muy lejos, hasta perderse detrás de las nubes.
Por una vez, se pusieron de acuerdo en el camino a seguir.
Porque Adán y Eva querían volver al Paraíso.

A veces miro a lo alto de un árbol y las veo allí. Siguen discutiendo. Pero cuando vuelan, lo hacen juntas y en armonía. Entonces, alcanzan el paraíso.
 

A mamá y a papá también les gusta verlas volar.

sábado, 11 de enero de 2014

El pez que se tragó el mar


Antón era un niño naúfrago en una isla desierta.
Cada día tiraba una botella con un mensaje dentro para que vinieran a salvarle. Pero nadie había encontrado las botellas o si alguien las encontró, no había hecho mucho caso.
Un día, mientras Antón estaba nadando en la playa, se acercó a la costa un pez enorme. El pez comenzó a tragar agua y más agua. Antón trató de nadar de vuelta a la orilla, pero no pudo escapar porque el pez se tragó el mar entero, con Antón dentro.
Aquel pez se tragó todos los mares del mundo.


Entonces se dio cuenta de que sin agua, no podía respirar.
Y echó con mucha fuerza el mar fuera de sí y también a Antón.
Se produjo un gran maremoto, pero no se rompió nada. Las olas llegaron a las casas, las acariciaron y regresaron a formar el mar. Y el pez pudo respirar otra vez.

Fue una de esas grandes olas la que devolvió a Antón junto a mamá y papá.


lunes, 6 de enero de 2014

Los regalos del camello

El camello protestó al rey Gaspar:
—¡Estoy cansado de cargar con tantos paquetes! ¡No puedo llevar tanto peso!
—No seas perezoso. Los niños piden juguetes grandes…
—¡Juguetes grandes y pesados! Nos explotáis a los camellos. ¡Haremos huelga! —dijo el camello cruzándose de patas.


El rey Gaspar se impacientó y le amenazó:
—Mira que no te daremos de comer...
—¡Podríais llevar los juguetes en camiones y dejarnos en paz a los camellos! —volvió a gritar el camello.
Ante esta sugerencia los tres reyes se llevaron las manos a la cabeza:
—¡Vaya ideas que se te ocurren!—clamó Melchor—. Es tradición que los camellos lleven los regalos a los niños.
—¡Imagínate qué facha haríamos conduciendo camiones, con estos trajes y estas coronas! —insistió Gaspar.
—Pero si deberías estar orgulloso de tu trabajo —añadió Baltasar para convencerlo—: vas cargado de felicidad para los niños, piensa en ellos.
—¡Que piensen los niños en nosotros! Deberían pedirnos cosas más prácticas y ligeras.
—¿Jerseys, pantalones, mochilas para el cole? Eso también es pesado —apuntó un paje.
—No me refiero a eso. Hay cosas que los niños necesitan más que los juguetes y la ropa.  Yo pensaba en cariño, amor, abrazos… Jugar pero sin juguetes, en la calle, con sus padres y con sus amigos. Eso es lo que me gustaría llevarles a los niños: algo que no pese en mi lomo, pero que deje un gran peso en sus corazones.

Los tres reyes se miraron. El camello tenía razón. Había cosas mucho más importantes que los juguetes.
—Está bien, llevarás esta noche un cargamento especial: un montón de besos y abrazos y sonrisas… ¿Serás capaz de llevar todo eso?
—¡Estoy lleno de todo eso!

Cuando aquella noche los tres Reyes Magos partieron a llevar los juguetes a los niños, el camello iba más feliz que una perdiz. Era el último en la fila de los camellos y caminaba ligero con su cargamento de besos y amores, casi parecía que iba a tocar el cielo en cada paso.


Entraba en las casas cantando muy bajito una canción. Con ella dejaba enredados en los cabellos de los niños amorosos regalos:



También se acercaba a la cama de sus padres y les dejaba:



Y de debajo de todas las camas se llevó:


Después, el camello se bebía el agua y se comía los dátiles que le habían dejado los niños y marchaba a dejar sus regalos en otra casa.

Al despertar, los niños y los papás saborearon juntos los besos del camello. En sus oídos sonaba su canción. Al oírla, les entraban ganas de ponerse a cantar y bailar. Niños, papás, abuelos  y tíos se cogieron de la mano para jugar al corro mientras cantaban:

Cada día, un abrazo,
cada noche, un beso,
¡pero uno por lo menos!
hacen a los niños buenos.

Regala tu sonrisa
y nunca tengas prisa
de vivir y disfrutar
una buena amistad.

Vamos a jugar juntos
y olvidar malos asuntos:
un cuento y un balón
alegrarán tu corazón.

Y recuerda:
Cada día, un abrazo,
cada noche, un beso,
¡pero uno por lo menos!
hacen a los niños mucho, mucho más buenos.




* * *

¡Felices Reyes Magos!

Si pegáis este cuento en un documento word,
y ajustáis un poco las páginas
podéis imprimírlo
para vuestros niños.

Un regalo de Reyes
de parte de  Juanlu y Puri
con besos, cariños y amor

Y si queréis leer otra historia de un camello muy entrañable,
podés ver a la gran Gloria Fuertes
aquí

domingo, 5 de enero de 2014

Esperando a los Reyes Magos





¿Ya habéis escrito la carta a los Reyes Magos?

¿Que se la habéis llevado a la cabalgata?

¡Mañana os esperamos por aquí con un cuento de Reyes!


viernes, 3 de enero de 2014

La mariquita y el burro



En un lugar muy lejano una mariquita estaba comiéndose una hoja, después de comer se fue a pasear, fue a una granja que estaba llena de animales grandes y pequeños. Un animal le dijo hola, la mariquita le abrió la puerta y se escapó.

Era un burro, como la mariquita le abrió la puerta, el burro y ella se hicieron amigos.


Cuento y dibujo de Candela, 6 años, hija de Juanlu.

* * *
Este es el cuento de este fin de semana. Hasta el día de Reyes no tendréis noticias nuestras. Vendremos con un cuento muy especial para celebrar este día.

¡Felices Reyes _Magos y que no os traigan carbón!