Mamá le regaló a
papá una planta con un par de flores muy hermosas.
—Se llaman aves del paraíso —nos dijo mamá—, porque como veis, sus flores parecen un ave con su
pico y con unas plumas que coronan su cabeza.
Yo me quedé
asombrado, porque realmente las flores eran igualitas a dos pájaros con el
cuello muy largo. Me parecía que en cualquier momento, echarían a volar, con
esas hojas verdes que eran como alas.
Papá leyó que la
planta debía estar en un lugar soleado y la colocó junto a la ventana.
A mí me gustaba
mirar aquellas aves tan preciosas todos los días.
—¡Eh, tú! ¿Qué
miras?
Me pareció que era una flor la que había hablado.
—No seas
maleducado, ¿no ves que el niño está admirando mi belleza? —dijo la otra flor
Yo asentí con la
cabeza, boquiabierto.
La primera flor que
había hablado replicó:
—Perdona, pero
está admirándome a mí.
—Sois muy bellas
las dos —les dije, porque era verdad, y porque no quería que se enfadaran.
—Eso es ser
diplomático, muchacho —dijo la segunda flor—. ¡No como tú, maleducado, que
pareces un gamusino!
—¿Gamusino yo?
—Las dos sois
prácticamente idénticas —les dije para apaciguarlas.
—¿Idéntica a
esta? —dijo la primera y ayudada por el viento picoteó en la cabeza a su
compañera.
—¿Y yo, como
este gamusino? —se volvió la otra, dispuesta a atacar.
Las separé, no paraban de pelear…
—Sois aves del paraíso
—les dije— y deberíais hacer honor a vuestro nombre, con un poco más de elegancia
y buen estar —les reprendí.
—En realidad somos
un ave del paraíso con dos cabezas, muchacho. Compartimos las mismas hojas y no
podemos separarnos.
—¡Sí, sieeeeempre
juntas! —lamentó la otra flor, poniendo los ojos en blanco.
—Como somos aves,
podríamos ser tus mascotas.
—Las mascotas deben tener un nombre, ¿no?
Tenían razón,
debía buscar un buen nombre para ellas. Pensé un poco…
—Como sois Aves
del Paraíso, os llamaré Adán y Eva.
—Yo quiero ser
Eva.
—No, Eva seré
yo…
—¡Basta, lo
echaremos a suertes! –exclamé, harto de tanta discusión. Y a la de la izquierda
le puse Adán y a la otra, Eva.
* *
*
Al día siguiente,
Eva se quejó de que hacía mucho calor.
Iba a alejarlas
un poco de la ventana, cuando Adán protestó:
—Pero a mí me
encanta tomar el sol… ¡Se está tan calentito!
Decidí echar la
cortina y las dos parecieron estar a gusto así. Después, Adán dijo que tenía
sed.
La tierra estaba
bastante seca, así que traje la regadera. Cuando les eché agua fue Eva la que
protestó:
—¡Basta, basta,
el agua está muy fría!
Me puse muy
serio:
—¡Necesitáis
agua y sol para vivir! Así que seguiréis aquí junto a la ventana y os regaré
todos los días.
No era fácil
cuidar una planta tan complicada, con dos cabezas parlantes.
Por fin oí a Eva
decir muy bajito:
—La verdad es
que esta agua está muy rica y fresquita sienta muy bien.
—¡Buf! da gusto
cuando las dos estáis de acuerdo. ¿No habéis pensado que para vivir juntas
tenéis que tratar de llegar a acuerdos?
—¡Brrr! —exclamó
Eva.
—¡Pfff! —le
contestó Adán.
Y las cabezas de
Adán y Eva se dieron la espalda, mirando una al este y la otra al oeste.
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* * *
Pero a pesar de
todo el trabajo que me daban aquellas flores y de sus eternas discusiones, era
maravilloso verlas con esos colores tan preciosos. Seguía mirándolas embobado. Otra
vez Adán volvió a decirme:
—¿Por qué nos
miras así?
—Creo que un día
saldréis volando por esa ventana. Solo tenéis que mover las hojas, y volaréis.
—¿Tú crees?
—Sí. ¿No os
gustaría volver al Paraíso?
—¿Y qué es eso
del Paraíso?
—Era el jardín
más hermoso del mundo. Donde vivían todos los animales y las plantas en paz y
armonía. De allí vinieron Adán y Eva. De allí salió esta planta con vuestras
dos cabezas.
Adán y Eva se
miraron.
—Pero tenemos
que aletear muy fuerte, para despegar de esta maceta y volar —dijo Eva.
—¿Y como
encontraremos el camino al Paraíso? —dijo Adán.
—Si aleteáis
juntas y sin discutir, lo encontraréis.
—¿Y si lo
intentamos? —dijeron al unísono, entusiasmadas. Deseaban ser libres, escapar de
esa maceta.
Ellas empezaron
a mover las hojas. Parecían alas de verdad. Yo abrí la ventana.
Aquel pájaro con
dos cabezas salió volando por la ventana.
Y volaron,
volaron muy lejos, hasta perderse detrás de las nubes.
Por una vez, se
pusieron de acuerdo en el camino a seguir.
Porque Adán y
Eva querían volver al Paraíso.
A veces miro a lo
alto de un árbol y las veo allí. Siguen discutiendo. Pero cuando vuelan, lo
hacen juntas y en armonía. Entonces, alcanzan el paraíso.
Puri divino jajaja, me quedo por este blog que no había dado a participar.
ResponderEliminarAbrazos
Gracias Montesinadas, pásate a vernos cada fin de semana
EliminarBellísimo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGraicas Patricia, veo que disfrutas como una niña con estos cuentos ;)
EliminarHola. Toda una sorpresa esta hermosa página. Y con vuestro permiso, me gustaría grabar este simpático relato con niños de mi clase, ilustrarlo con ellos y despedirme así en la página de El maestro cuentacuentos de 30 años de profesión.
ResponderEliminarSalu2.